Aunque no lo puedan creer, amables lectores, perdí la presidencia de una asociación por usar una camisa que siempre fue cuestionada; que siempre generó malestar y hasta envidia entre los “colegas” asociados.
Me explico. A pesar de mi deformación profesional como sociólogo no dejo de medio reírme, medio tomar en serio a los comunicólogos, en particular los que se dedican a la comunicación organizacional; porque se me figuran a los administradores de empresas que realizan análisis para demostrar que una fonda de medio pelo requiere de 3 o 4 meseros más de los que normalmente tienen; porque sólo así pueden atender a toda la clientela en las 2 o 3 horas en que aumentan su presencia en la fonda.
Claro emplean teorías, métodos y un sin fin de herramientas de los profesionales de ese campo disciplinario para llegar a esas conclusiones; conclusiones que, evidentemente, chocan no sólo con la viabilidad de la fonda; sino incluso, con el espacio destinado a quienes se encargan de atender a los comensales.
Por su parte los comunicólogos organizacionales, bueno los que se están formando en ese campo profesional, también tienen su cualidades: nunca se reconocen como integrantes de la institución -decimos los sociólogos- así que asumen la actitud del experto al que sólo se le debe pedir su opinión y hasta el elaborar un proyecto de intervención para mejorar las tres “i” de la comunicación organizacional.
Para contrarrestar su mal ejemplo, cuando me saqué el de león de la rifa una de mis primeras acciones fue fortalecer el sentido organizacional, perdón institucional de la asociación. Por eso, por ser presidente decidí mandar estampar un par de camisas con el nombre, el logo y hasta el número de años que celebraba. Esta acción desde el inicio generó mucha oposición, en especial de un león que se decía fundador, decano y no sé cuántas cosas más dentro de la asociación.