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LAS HORAS DE MI AGENDA

Escrito por Ulises Velazquez Gil el . Posteado en La Marcha de las Letras

Ulises Velázquez Gil

Otto-Raúl González, glorioso centenario. El primer día de este recién llegado 2021 trae consigo un aniversario de altos vuelos: el centenario de nacimiento del escritor y periodista guatemalteco-mexicano Otto-Raúl González.

Como suele pasarme con varios escritores, tuve la dicha de conocerlo dos veces. La primera: leyendo su obra, que conocí en las páginas del suplemento cultural El Búho (vuelto revista a finales de 1999). Me sorprendía encontrar mes a mes un soneto suyo, sobre alguna figura de las letras y la historia. (V. gr. Neruda y Marilyn Monroe se paseaban en las páginas de la revista, pero bajo la forma del soneto se volvían ejercicios interesantes, de los cuales debía aprenderles lo suficiente, por si persistía el interés de seguirlos escribiendo.)

La segunda vez fue en el convivio navideño de la Fundación René Avilés Fabila, en diciembre de 2005. A principios de ese año, comenzó mi acercamiento con la fundación, la cual publicaba la revista que solía leer. Cada mes acudía a recoger un paquete de ejemplares, mismos que repartía en diferentes partes de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, y si quedaban algunos, los guardaba para quien le interesaran. En el mes de mayo, y luego de ocho años desde la publicación de mis primeros poemas (tres sonetos) en la revista Planos en Descritura, en las páginas de El Búho salieron poemas nuevos, y ahí no paró el beneplácito: por unas páginas de diferencia ¡fui “vecino” de Otto-Raúl González!

Volviendo al convivio navideño, luego de saludar a Beatriz Espejo, al fotógrafo Héctor García y de pedirle a Carlos Bracho que me firmara su texto en la revista de diciembre, me acerqué a don Otto, quien disfrutaba gustoso de un caballito de tequila (mientras que yo hacía lo propio con una copa de vino tinto). Además de expresarle mi admiración y fidelidad lectora hacia sus sonetos que leía cada mes, le comenté que también participé en el primer Premio Nacional de Poesía “Para cantar en las barcas”, convocado por la Casa de Cultura de Tabasco, el cual ganó con su libro Coctel de frutas. “Ese libro lo encontré en una librería de viejo”, le dije, “y con la dedicatoria a otra persona”. Al escuchar esto, se sorprendió: “De ese libro sólo se hicieron pocos ejemplares… pero cayó en buenas manos y está muy bien que lo tengas”. Más tarde, sacó de un sobre amarillo que acababan de entregarle, un ejemplar de sus Cuentos de brujos y chamanes, el cual firmó y puso en mis manos. “Es para ti. Ojalá y te gusten estos cuentos”.

Tiempo después, en alguna venta nocturna del Fondo de Cultura Económica, encontré Huizil uan tuxtli (colibrí y conejo), libro que reúne más de medio siglo de su obra poética; lo compré con la esperanza de coincidir de nueva cuenta con él, cosa que nunca sucedió. (Don Otto falleció en junio de 2007.)

En este recién llegado 2021, en que Otto-Raúl González se vuelve glorioso centenario, digno es acercarse a su obra, llena de grandes tesoros para quienes persisten en el diario empeño de la poesía. (Vaya, hasta en YouTube podemos encontrar audios con poemas suyos leídos de viva voz.) Como suele decir un colega trasatlántico, hoy debe nacer su siguiente lector, el cual podrá deleitarse tanto en poesía como en narrativa. Guatemalteco insigne, vuelto mexicano a golpe de máquina de escribir, nunca dejará de sorprendernos. (En verdad que sí.)

95 años con doña Armida. El primero de enero también se vuelve gloriosa efeméride con la escritora y maestra sonorense Armida de la Vara, en el 95 aniversario de su nacimiento.

Para quienes crecimos con los libros de texto gratuitos de la SEP, el libro de lecturas tenía una presencia grata y frecuente por entre sus páginas; varios de los textos incluidos eran de factura suya, con el fin de seguir con su labor docente, pero esta vez desde la trinchera de la escritura.

Con el tiempo, llegué a saber de que ella tenía otras obras en su haber, además de las incluidas en el libro de Lecturas de la primaria. Fue en la biblioteca del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, donde encontré un volumen con sus obras reunidas; me prometí leerlas, una vez que me desocupara de las tareas de la carrera, cosa que no se dio, por equis o ye razones.

Tiempo después, cuando me acerqué a la obra del historiador michoacano Luis González y González, en los prólogos a sus libros siempre encontraba la mención a doña Armida, como responsable de la “peluquería estilística” de sus textos; en una palabra, la buena pluma de don Luis se debía en buena parte a la lectura cuidadosa de su colega y esposa. (De ahí me vino la noción de que, en el campo de las Humanidades, la multidisciplina se da mejor en pareja, como Ascensión y Miguel León-Portilla, como doña Armida y don Luis.)

Una de las maravillas que supe al conocer a Jorge F. Hernández, fue saberle alumno de doña Armida, quien le insistía en dedicarle fuerzas y empeños al cuento, que para ello tenía mucho talento; aunque don Luis no dejó en enseñarle algunos secretos para ser un buen clionauta. (Hoy día, Jorgefe lleva a efecto ambas enseñanzas, pero la impronta de doña Armida se hace patente.)

Hace algunos años, su novela La creciente se reunió con otros textos suyos dentro de la colección Las semanas del jardín, coordinada por Adolfo Castañón para Bonilla Artigas editores. (En alguna ocasión, y de manera furtiva, me hice de esa novela, en la edición de la Secretaría de Cultura de Sonora, y que hoy espera su lectura de mi parte.)

Dentro de un lustro, doña Armida se volverá gloriosa centenaria, y mientras llega la fecha, su siguiente lector debe salir a su encuentro.

Cita necesaria. “Cada amigo es dueño de una gaveta escondida de nuestro ser de la cual sólo él tiene la llave e ido el amigo la gaveta queda para siempre cerrada. Alejarse de los amigos es así clausurar parte de nuestro ser. Yo habría sido diferente si hubiera continuado frecuentando a ciertos amigos de mi juventud. Pero las circunstancias nos separaron y continuamos viajando cada cual por su lado y por ello mismo mutilados. De allí que a cierta edad sea difícil hacer nuevos amigos. Todas las facetas que ofrecía nuestra personalidad han sido ya copadas, ocupadas, selladas por las viejas alianzas. No hay superficie libre donde la nueva amistad pueda asirse. Salvo que el nuevo amigo se parezca extremadamente al anterior y se valga de esta semejanza para penetrar por efracción al recinto secreto de la primera amistad. Pero por más afecto que nazca siempre será el imitador, el falsario, el que no accederá jamás a la cámara más preciada. Cámara irrisoria, seguramente, que no guarda a lo mejor más que un montículo de pedregullo, pero que los ojos del amigo, del primero, convertían en lo que él quería ver: lo irremplazable” (Julio Ramón Ribeiro, Antología personal, FCE).

En busca del Vaquero del Mediodía. Entre los sucesos más importantes del año que acaba de irse, tenemos el estreno de un documental que ha generado, desde antes, mucha expectativa. Se trata de Vaquero del Mediodía, dirigido por Diego Enrique Osorno, que cuenta la vida del poeta regiomontano Samuel Noyola, a partir de su desaparición en 2008.

A lo largo de 100 minutos, el director reconstruye los pasos del poeta a partir del testimonio tanto de personas en situación de calle como de gente cercana a él, como su hermano Héctor Noyola, alpinista; la senadora Marcela Guerra, quien fuera su novia en los años 80, y escritores de la talla de Juan Villoro, Eduardo Antonio Parra y Guillermo Fadanelli; el recorrido va de Monterrey a Nicaragua, donde Noyola se involucra en la guerrilla como en faenas editoriales. Es a su regreso a México cuando se forja como escritor a contracorriente de las cúpulas literarias, entre correrías etílicas y de amistad con escritores de su generación y hasta menores que él. (Sólo un poeta legendario le merece el mayor respeto: Octavio Paz, quien lo lleva a la revista Vuelta, pero Noyola prefiere otro tipo de batallas.)

Antes de conocer el documental de marras, el firmante de esta columna tenía noticia de un soneto suyo (compilado por Raymundo Ramos en Otros 1001 sonetos mexicanos), pero no fue sino hasta después de ver el trailer cuando se lanzó a la búsqueda de El cuchillo y la luna, libro que reúne la poesía completa de Noyola con tres libros que publicó antes de su desaparición: Nadar sabe mi llama, Tequila con calavera y Palomanegra Productions. En la Feria del Libro Independiente del FCE vio un ejemplar, pero las urgencias editoriales eran otras y lo dejó pasar. Craso error. Tiempo después, intentó buscarlo en vano, hasta en la librería Educal de la Biblioteca Vasconcelos encontró un ejemplar de Tequila con calavera en la colección La Centena de CONACULTA. (De lo perdido, lo encontrado…)

Mientras veía el documental, me acompañaba de la lectura de Tequila con calavera y, a decir verdad, la poesía de Noyola me dejó impactado, que bien merece no una, sino varias relecturas; en el poema que se encuentra a la mitad del libro, “Arcano Cero”, creo que se encuentran muchas claves para comprender al poeta.

Si ustedes se encuentran con este documental, va mi recomendación para conocer a un poeta fuera de toda clasificación, que reconstruye su presencia a medida que se lee. (Y si encuentran El cuchillo y la luna, no se arrepentirán.)

“Explicación no pedida…” Durante 2020, esta miscelánea hebdomadaria dejó de aparecer en este espacio, no sólo para darle voz a una serie que consolidó su presencia -las Cartas de Minería-, sino para no volverse una antología de obituarios de colegas y amigos muy queridos, que se fueron con la pandemia que aún persiste. (El mejor homenaje, nunca está de más recordarlo, es leerlos.)

Ahora bien, para este espacio que llegará a su primera década en el mes de julio, tengo planeada una serie sobre cine -tentativamente llamada El sillón del cácaro, nombre todavía sujeto a cambios-, en sabia alternancia con las entregas ya conocidas. Sobre la marcha sabremos si se consolida este proyecto, o se quedará, como los propósitos de año nuevo, en mera intención. (Estén al pendiente…)

Por ahora, sólo queda desearles todo lo mejor en este 2021 recién nacido, y en espera de coincidir, nuevamente, por estas Horas.

(Muchas gracias por leerme.)

@Cliobabelis

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    Estación del Metro, Salto del Agua. Foto: Alfredo Martínez
  • Entrada a Celebrando la Eternidad
    Entrada Bosque de Chapultepec. Celebrando la Eternidad. Fotografía: Estrella V. Leonor
  • Celebrando la Eternidad
    Celebrando la Eternidad en el Bosque de Chapultepec. Fotografía: Estrella V. Leonor
  • Celebrando la Eternidad II
    Fotografía: Estrella V. Leonor
  • Celebrando la Eternidad I
    Fotografía: Estrella V. Leonor
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    Ofrenda de Día de muertos Parque Ecológico Xochitla en Tepotzotlán Fotografía: Estrella V. Leonor
  • El xoloitzcuintle.
    elebrando la Eternidad. Fotografía: Estrella V. Leonor
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    Celebrando la Eternidad. Fotografía: Estrella V. Leonor
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    Fotografía: Estrella V. Leonor
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    Día de muertos en Tepotzotlán Fotografía: Estrella V. Leonor
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    Fotografía: Irma Váldez
  • Ecos del 15 de septiembre...
    Fotografía: Irma Váldez
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    Fotografía: Carolina Bello
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    Fotografía: Estrella Vianey Leonor Torres
  • Pirámide del Sol, Teotihuacán
    Fotografía: Estrella Vianey Leonor Torres
  • Paisaje panorámico de Teotihuacán
    Fotografía: Estrella Vianey Leonor Torres
  • Pieza del museo de la Cultura Teotihuacana
    Fotografía: Estrella Vianey Leonor Torres