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Rosalía Velázquez Estrada

UNA DÉCADA DE VIAJE

Escrito por Ulises Velazquez Gil el . Posteado en La Marcha de las Letras

(Carta periférica para Rosalía Velázquez Estrada)

Mi querida queridísima Rosalía:

Hace tanto tiempo que te quería escribir una carta, pero por una u otra cosa no se dio el momento indicado para ello; como decía una exalumna tuya, “a veces el tiempo no es nuestro” y hasta para la escritura de cartas, esto se vuelve dolorosamente acertado.

Son diez años los que llevas de viaje, y quienes nos quedamos aquí a cuidar de tu recuerdo aún te echamos en falta; han pasado tantas cosas en este lado del tiempo que no dudamos en compartírtelas, sin importar tiempo ni ocasión.

Comienzo con decirte que cada día me despierta observar la fotografía de aquella vez que compartimos mesa en un coloquio realizado en nuestra querida FES Acatlán; fue la primera ocasión donde estuve frente al público para leer una ponencia (de varias que tuve a bien escribir, y que bien ponderabas por su fluidez en el estilo). Cada que la veo, siempre me recuerda la eficacia de aquel milagro llamado amistad a primera vista, y de éste, las amistades heredadas, entre éstas, dos alumnas tuyas muy aventajadas, de calidez e inteligencia destellantes, que hoy día me privilegian con su amistad -con todo y que el tiempo siga haciendo de las suyas. (Al momento en que escribo estas líneas, hay un niño en su vida, con quien ejercen el arte de ser madre, el arte de ser tía.)

Todavía recuerdo algunas de las lecturas que compartí en ese curso de los viernes, sabes, en especial, una de Vicente Quirarte (de cuyo padre, don Martín, fuiste alumna); el INEHRM, lugar al que volvías por gracia de la efeméride, publicó un volumen de homenaje a tu gran maestro. De estar por aquí, te hubieran invitado y hasta intercambiado impresiones con Vicente, como navegantes de las Letras y de la Historia que ambos son. (No dudaría ni un ápice que te habría encantado Merecer un libro, grato opúsculo de Vicente que sigue ganando batallas, muy al estilo de don Rodrigo Díaz de Vivar, tocayo de tu hijo.) Y ya que menciono navegantes, también te hubiera gustado conversar con Jorge F. Hernández, de quien te obsequié Espejo de historias y otros reflejos, que te sorprendió un poco en cuanto a las figuras allí retratadas. Ahora que lo pienso, te hubieras divertido horrores con Jorgefe a través de sus novelas La Emperatriz de Lavapiés, Réquiem para un Ángel -¿te imaginas que los apellidos de sus personajes son las colonias de la Ciudad de México?- y la más reciente, Un bosque flotante, donde las lecciones de microhistoria de don Luis González y González y la generosidad lectora de doña Armida de la Vara dieron hartos frutos.

Cuando menciono a don Luis, siempre me acuerdo de un obsequio tuyo que reivindicó a mi hermana Laura, cuando estudiaba el quinto año de primaria, y que le hubiera encantado al niño Ulises de sexto año: el Álbum de México. (“A Ximena se lo pidieron, pero ya no lo llenó. Te lo puedes quedar…” Todavía lo conservo con cariño.) Tiempo después, en lugar de estampas, me dio por “coleccionar” libros de tus maestros y colegas: Josefina MacGregor, Georgette José, Martha Loyo, Javier Garciadiego, Álvaro Matute, Eduardo Blanquel, Susana Quintanilla, Aurora Flores Olea, Patricia y Cristina Montoya. (¿Sabías que llevé tu libro de texto en tercero de secundaria? Por fortuna, conservo un ejemplar… de aquellos que tuviste en el archivero de tu cubículo en Acatlan City. Y ya que estamos en la hora de las complacencias -digo, de las confesiones-, mi profesor de segundo año de secundaria sacaba los ejercicios de la materia, precisamente, de tu libro, de María Cristina Montoya -mi maestra en los primeros semestres de Letras Hispánicas-, de Marcela Arce.)

Otra cosa que recuerdo de ti: tu afición a jugar Melate, con la esperanza de ganar. ¡Cómo me hubiera gustado jugar contigo, aunque fuera para llenar los momios! Sin embargo, la Lotería Nacional para la Asistencia Pública llenaba mis afanes y empeños, que hoy día han salido avante, con todo y que, en mayo del año pasado, cobré mi primer premio, que se fue en comprar el libro de un colega escritor y en echarle recarga al celular -para seguir en comunicación con la mujer que guía mis desvelos. (Te habría encantado conocerla… y Ella sabe de ti.)

Por estos días, siempre me aparece en Facebook el recuerdo de ese cachito de lotería -a guisa de celebración por los 40 años de la FIL Minería- que derivó, además de siete reintegros consecutivos, en mi participación en los videos testimoniales por el cuarenta aniversario de la feria; gracias a ello, me hice cliente de un expendio aledaño al Superama de Jardines, para después volver al lugar donde comenzó todo: el expendio del Multiplaza Valle Dorado. ¡Cuántas historias hay detrás de los billetes de Lotería Nacional, Chaly!

En estos diez años que llevas de viaje, han salido a tu encuentro varios colegas, amigos y hasta familiares. José García Gavito, Juan Soria, Álvaro Matute, y hace poco, tu hermana Sonia, quien me dijo, palabras más, palabras menos, que de todas las personas reunidas en el salón Normandía aquel 14 de febrero, quien te extrañaría más sería yo. Y es verdad, a un gran amigo siempre se le echará en falta.

Desde el inicio de tu viaje hasta la fecha, varias de las erres de mi vida te alcanzaron, como el gran René Avilés Fabila (cuya revista El Búho siempre te obsequiaba) y, claro, mi maestro Raymundo Ramos, que no deja de prodigarme lección tras lección, incluso con las amistades heredadas. Ahora, las dos erres que quedan por aquí -y tocayas, para más agua de azar– tienen sus propias batallas por librar, vueltas más sabias y fuertes al final del día. (Un día tendrán que conocerse, seguro que sí.)

En fin, querida queridísima Chaly, aún hay cosas que se le escapan a Mr. Memory (¡no te mediste con el sobrenombre, caray!), merecedoras de figurar en esta carta periférica -como las conversaciones que se daban al interior de tu coche al momento de volver hacia territorios conocidos. Seguramente dentro de diez años te contaré cómo me fue en el concierto de Joan Manuel Serrat en el Auditorio Nacional, dentro de su gira del adiós. (Mamá y tú son las responsables de que me guste la música del Noi del Poble-Sec, ¿sabías? Y cada que escucho “Hoy puede ser un gran día”, es inevitable llorar.) Viejos recuerdos nuevos para una década de viaje.

Desde algún lugar del tiempo, recibe un cálido abrazo de

Ulises Velázquez Gil

@Cliobabelis

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