Estos días han sido anímicamente difíciles por varias pérdidas que lamentablemente me he enterado. No importa que sean conocidos, familia política o familia directa, son pérdidas que significan para quienes los conocieron, compartieron varios momentos con diversidad de matices y lo más importante, formaron parte de su vida. Es complejo llevar el duelo a distancia, muchas costumbres se están transformando para que se pueda estar virtualmente presente. Sin embargo, dar el pésame a través de alguna plataforma virtual o por una llamada telefónica, no tiene la misma calidez.

Durante estos meses, el ciclo de despedida se ha ido transformando a una forma virtual –si es que se tienen los medios– para llevar acabo el novenario, por así decirlo, de forma presente. Si antes notaba los contrastes sociales, es más latente hoy en día por la presente pandemia como todas las seguridades y planes proyectados pueden desaparecer de un momento a otro, porque somos vulnerables ante diferentes variantes que no dependen de nosotros y otras no están a nuestra disposición.

Durante el primer mes de este año ha habido diversas noticias que generan polémica en múltiples aspectos, esto en parte gracias a las redes sociales, las cuales magnifican el asunto del que se trate. Sin embargo, es curioso cómo aquellas visiones u opiniones que tienen relación con el progreso forman un círculo repetitivo donde pareciera que mientras unos exigen el cambio o el progreso, otros prefieren mantenerse en las condiciones que siempre han tenido “zona de confort”.

¿Cuál es el origen de esta desconfianza? Principalmente, hoy en día todos los temas u opiniones que toquen o tengan referencia a la pandemia, van a generar opiniones encontradas y que difícilmente pueden llegar a un equilibrio. Las redes sociales se han vuelto un vertedero que muestra diversidad de posturas, desde las informadas, las de odio, apoyo, radicales o de teorías conspiratorias, por poner solo unas cuantas. Donde los usuarios no se conocen en persona, llegando a pelearse y ofenderse los unos a otros solo por pensar diferente, dando o no argumentos en contra, se lo toman personal.

Continuando con las recomendaciones que he ido haciendo desde inicios de año, haré una breve recopilación de las mismas y algunos vínculos que se pueden encontrar y comparten, posteriormente, agrego la que corresponde a esta semana.

En el artículo anterior –previo a la recomendación de lectura- escribí sobre la importancia de saber respecto a las finanzas y fomentar la cultura del ahorro desde la infancia; particularmente en este punto, converge un gasto que a mi modo de ver es un mal necesario. Los gastos hormiga son en pocas palabras, gastos que no contemplamos en nuestro presupuesto diario, pero los ejecutamos para darnos/dar algún(os) pequeños placeres.

Como parte del consumismo diario –y previo antes de la pandemia-, se tienen múltiples ejemplos, los cuales son muestra de que inconscientemente ejercemos este gasto y lo consideramos inofensivo porque son pequeñas cantidades de las cuales no percibimos su falta o ausencia. Hay varias estrategias para prevenir este gasto, sin embargo, compartiré aquellas que me han resultado favorables y efectivas desde mi experiencia.

Con la pandemia, el encierro en los primeros meses fue más difícil de sobrellevar para algunos que para otros. Y durante esos meses, lo que en momento era “ajeno” se ha vuelto parte de nuestro cotidiano, la convivencia prácticamente 24/7 con nuestras familias, roomies, parejas, vive un punto de inflexión que indudablemente nos lleva a otra ubicación. Estamos viviendo una transición que hace que aquellos espacios antes repletos de personas como los centros educativos, oficinas, auditorios, cines, iglesias y/o estadios estén vacíos, con poco o nulo movimiento en sus alrededores.

En anteriores artículos he reiterado la situación de la “recompensa” o beneficio como aquello que llegará a largo plazo y no inmediatamente. En el caso de las inversiones, es ésta su naturaleza y para ello es necesario familiarizarnos con éste tipo de prácticas que engloban parte del mundo de las finanzas. Sin embargo, hay múltiples realidades tanto en el ámbito urbano como rural –al menos en México- que hacen difícil que algunos tengan acceso a ésta información y puedan incrementar o mejorar su situación económica.

Hace unos días tuve una plática con una politóloga con especialidad en finanzas, quien opina que ahora con la pandemia se han visto ventajas y desventajas, así como evidenciado la poca práctica que en el público general existe con relación al uso de las tecnologías y su facilidad para hacer múltiples transacciones. Una de las ventajas es que ahora se va a reducir el uso de papel moneda, lo cual hace necesario y urgente el incremento de la estructura de seguridad cibernética. Otra es el uso correcto de préstamos y créditos, los plazos para el pago de éstos y por supuesto los intereses. Las transacciones para el pago de servicios desde alguna aplicación móvil y que ya no es necesario –como en otras décadas- contar con un historial crediticio porque tienen la característica de ser como una cuenta de ahorro o de débito –tienes el capital que ingresas o te depositan a la tarjeta–.

Para esta segunda recomendación de lectura, quiero puntualizar el hecho de que estamos muy asiduos y permea en nuestro inconsciente colectivo, la visión del mundo occidental. La cual, desde que vino la conquista de México por parte de España y con ello la evangelización de los antiguos pobladores fue un parteaguas en la forma en que hoy en día, vemos actualmente, el vínculo prehispánico con el rito e imagen de un santo o una virgen. Desde ahí, inicia una visión de “lo perfecto es”, “la belleza es” y el rol de la mujer queda más cercado por lo que puede o no hacer –y que actualmente en pleno siglo XXI, por usos y costumbres no se puede lograr un avance total en nuestro territorio en ciertas zonas- Después de todo, México es un país con muchos contrastes, sin embargo, la recomendación para esta semana es con referencia a esta visión.

El paraíso perdido de John Milton es un poema largo, que a través de sus páginas expresa de forma muy particular y concreta la lucha “eterna” entre Dios y Lucifer, así como el origen del hombre y su destierro del paraíso cuando Eva come del fruto de la ciencia, el fruto prohibido, dando pie a todos los males, -como fue con la caja de Pandora- casualmente, son mujeres las que por su curiosidad desobedecen la orden de Dios/Zeus –sea este el caso-. Si acercamos la similitud que tiene el conflicto entre las fuerzas que se oponen, es la base para novelas, obras de teatro, películas, series, y por lo tanto a los dilemas entre la ética y la moral que los seres humanos han combatido incontables veces a lo largo de su historia.

Durante los meses del año pasado he publicado diferentes reflexiones con respecto a múltiples temas que cada uno en su cotidianidad seguramente ha sido testigo o ha logrado contrastar con el estilo de vida que tuvimos meses atrás previos a que la pandemia llegara a declararse en México. Se inicia un año con varios contrastes, uno de ellos es la forma en que nos hemos ido adaptando a continuar en comunicación vía remota, ya sea para el trabajo, la escuela o por estar en contacto con nuestros seres queridos. Otro contraste es la dinámica de distanciamiento físico que se ha pedido; pero el más evidente y el que nos ha afectado es no tener reuniones, no ir a eventos multitudinarios y/o hacer fiestas, nuestras salidas al exterior, así como el proceso de los funerales, ya que los mismos se ven forzados a no implementarse como comúnmente los conocemos.