Entre medicina tradicional, artesanías y comidas de los pueblos originarios
Una vez más la renovada, muy recientemente renovada, plancha del Zócalo capitalino fue escenario del encuentro con los pueblos originarios no sólo de la Ciudad de México; porque se invitaron a otras comunidades originarias de la república para que compartieran ese espacio.
Así desde el 1 hasta el 7 de junio en la Plaza de la Constitución -nombre oficial de ese espacio enorme y tan históricamente vinculada a la historia de la Ciudad de México- se realizó la Feria Consume Local en la CDMX Colores de Primavera que promovió el acercamiento entre productores de productos agrícolas, de artesanías, de promoción turística, de comida regional y hasta de distintos géneros de ropa.
Esta labor de promover la producción local o regional estaba organizada en cuatro enormes carpas –en las esquinas de la plaza- donde se supone albergaría cada una los distintos géneros de productos expuestos a la venta. Pero eso parecía realidad sólo en el área de medicina tradicional, con todas sus modalidades; esto es, curanderos, sahumadores, quiroprácticos y un largo etcétera estaba bajo la carpa del noreste de la plaza. Pero ahí también estaban presentes los productores de distintas modalidades de lociones, jabones hasta medicamentos (como microdosis) hasta lociones que aseguran sus promotores hace crecer el cabello de la barba (y no el de la cabeza). De repente en improvisados locales –como casi todos de simples mesas donde exhibían las mercancías- se ofrecían productos derivados del nopal y hasta del nopal blanco; desde su raíz pasando por jabones, cosméticos y hasta tortillas y galletas elaboradas por este producto tan mexicano.
En esa misma carpa estaban las empresas –por su razón social- encargadas de la promoción turística de Xochimilco y por eso en el acceso desde la bandera lucía una bella y detallada trajinera no sobre las suaves aguas del lago sino sobre el terrible lirio acuático que tanto afecta la calidad de las aguas que invaden. Pero al golpe de vista del visitante era un detalle menor la ausencia de agua y el exceso de lirio. Claro que la trajinera estaba pletórica de flores pequeñas de tan distintos y múltiples colores que cubrían todo su piso.
Otra trajinera, aunque más pequeña (40 centímetros de largo por 15 de alto) era el adoro principal de un local cerrado por mamparas en que se lucían parte de la riqueza floral de ese sitio, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO además de fotografías de viajeros que disfrutaron de los viajes necesariamente sobre las trajineras. En el mismo local se vendían pequeñas (de 10 centímetros de largo por 5 de alto) trajineras que se podían adornar con los nombres de los compradores. Un par de locales más adelante (o antes; según entre o salga) estaba otro local más modesto con la misma tarea de promoción turística de Xochimilco, con características muy similares, salvo la ausencia de las trajineras.
En las otras tres carpas se reunían lo mismo puestos de comida que los de ropa; los de flores –no podían faltar- y los de artesanías de los más distintos materiales como madera, cerámica, hoja de maíz; pero casi nada de herrería lo que sí es una ausencia evidente. La artesanía bien merecería varios artículos para recuperar el trabajo individual o colectivo; de servicio social o de visión empresarial que encierra entre los participantes de esta Feria; pero será en otra ocasión.
Además de los imprescindibles productos derivados del maíz para consumo inmediato como tortillas, quesadillas (de queso y otros productos); tacos hasta el pinole se ofertaban tlayudas con todos sus aderezos y sin duda con el sabor de Oaxaca porque hasta mezcal había para ayudar a digerir esa exquisita comida; no faltaba la presencia de Michoacán con sus corundas que como las tlayudas contienen los grupos alimenticios en singular síntesis. Para comodidad de los consumidores se colocaron mesas con sillas en lugares cubiertos para que los comensales pudieran disfrutar del consumo inmediato de su compra.
También había bebidas espirituosas hasta para llevar a casa. Ahora que por la elevada temperatura se ofrecían nieves de los más diversos sabores y ni las menciono porque se me hace agua, nuevamente, la boca nomás de recordar; también tepache, no tan artesanal como en mis viejos tiempos en que se consumían en las desaparecidas loncherías y no podía faltar el tejuino con su espuma blanca y los hielos para enfriarlo.
Finalmente, no podría dejar de mencionar la enorme cantidad y calidad de flores que se ofrecían a los ojos y a los bolsillos de los potenciales compradores (que casi siempre tenían que regresar porque no era fácil transportar las que adquirían). En fin desde las plantas de ornato, medicinales hasta los palos de Brasil en distintos tamaños aparecían aquí y allá; bueno hasta una higuera con dos o tres frutos observamos entre ese pequeño bosque.
Así que el recorrido por la Feria Consume Local en la CDMX Colores de Primavera en sus cuatro áreas requería de al menos dos horas; esto a paso rápido cuando los demás lo permitían y sin detenerse a observar las artesanías o bisutería que en poco número pero con bellos ejemplares aparecían entre los otros puestos.
Por fortuna, en un escenario levantado exactamente frente a la Catedral Metropolitana desfilaron varios grupos musicales amenizando el paseo, la plática, la comida y hasta el baile de quienes irrumpían sobre la plancha del Zócalo. Pero del programa musical, hasta donde lo presenciamos hablaremos (escribiremos) en otro momento (texto).
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