Y EN 2018, JUNTOS HICIERON HISTORIA…

Escrito por Juliana Castellanos Pedraza el . Posteado en Guliana en el País de las Desmaravillas

*En memoria de: Carlos Monsiváis, Eduardo Rius, José María Pérez Gay, Jaime Avilés, Carlos Fuentes y cientos de luchadores-activistas sociales y políticos que ya no fueron testigos de este logro histórico.

¡El 1 de julio de 2018 pasará a la memoria colectiva de México!… como el día más esperado por millones de ciudadanos, dado que después de tres intentos Andrés Manuel López Obrador, por fin ganó de manera contundente con más de 30 millones de votos y el 53% de la votación total, una elección federal como candidato presidencial.

Y es que los años 2006 y 2012 perviven en el recuerdo amargo del frustrado electorado que simpatiza desde entonces con su causa.

En el primer intento, una sospechosa votación supuso fraude calderonista por una diferencia mínima y en el segundo, la costosa y descarada compra masiva de sufragios por parte del priismo y aliados, no permitió al tabasqueño llegar a la silla presidencial, como era su viejo anhelo.
Calderón y Peña Nieto lograron su objetivo aunque fuera sin legitimidad y con los reflectores puestos en fallidos gobiernos con graves costos políticos, económicos y sociales para la nación.

Pero esta vez, la elección tuvo su encanto. Tras decepciones, humillaciones, burlas e ironías de ciudadanos, políticos, autoridades electorales, excompañeros de partido, periodistas e intelectuales “a modo”; la cita inesperada con el destino, permitió otro resultado.

López Obrador dejó al PRD -su partido de grandes batallas- para organizar MORENA, un movimiento político-social que vendría a configurar sus ideales y acciones como aspirante presidencial. Tras lograr su registro AMLO y sus leales colaboradores, se dedicaron a diseñar un proyecto de nación tendiente a plasmar el anhelo de transformación nacional, lo que ha sido llamado concretamente como “la cuarta república”.

De hecho para el proceso electoral referido, el tabasqueño planteó dos caminos: la presidencia o la ida sin retorno a su rancho en Palenque, Chiapas; bautizado de forma peculiar.

Para octubre de 2017, el tabasqueño tenía claro a dónde quería llegar y con qué recursos retóricos y humanos daría fuerte lucha y sin más se lanzó a la aventura, esperando los tiempos precisos para el efecto: la precampaña, la etapa del silencio y por supuesto la campaña en pleno.

Aún con cuatro contendientes discutibles por diversas razones -Anaya, Meade, Zavala y Rodríguez- por coincidir en sus planteamientos neoliberales y afines al régimen vigente; Obrador recorrió el país por sus cuatro puntos cardinales, de amaneceres a anocheceres, de calores a humedades, de ciudades a provincias o de alegrías a tristezas; para repetir una y otra vez las ideas que llegarían a las mentes de millones de mexicanos y que diagnosticaban en unas cuantas palabras al país: corrupción, impunidad, inseguridad, mafia del poder, cambio de modelo, privatización y atraso.

Nadie como él para saber de fuente viva y directa el estado real de cada localidad, municipio o región. Su campaña no sólo levantó cifras en las atacadas encuestas -que no favorecieron en ningún momento a sus adversarios-, sino a decir verdad la esperanza de un sinnúmero de mexicanos ofendidos, lacerados, burlados u olvidados por los gobiernos de: De la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña. Seis sexenios de riqueza concentrada para unos cuantos, de pobreza eterna para millones y de un estado catastrófico de diaria violencia con negras o rojas cifras.

Vinieron los tres mediáticos ¿debates? y en ellos López Obrador cautivó a muchos por sus ocurrencias o chascarrillos y decepcionó a otros por su aparente inamovilidad verbal y emocional para hacerle frente a los cuestionamientos de los otros candidatos o de los protagónicos moderadores. Pese al esfuerzo de sus contrincantes por sacarlo de sus casillas, la suerte estaba dada. Nada resultó para derrumbar la enorme popularidad del morenista, que lo mismo llenaba plazas que auditorios.

Dos factores fueron importantísimos en este avatar, sus cercanos colaboradores, entre ellos, Alfonso Romo -hombre regio que le facilitó el camino con numerosos empresarios e inversionistas que no creían en el proyecto-; Tatiana Clouthier -la hija de Maquío, panista que contendiera en la elección presidencial de 1988 y que terminara muerto en un extraño accidente, luego de sumarse a Cárdenas y Piedra ante un fraude electoral- y su inseparable comunicador, César Yáñez, compañero de largas y extenuantes jornadas. Amén de todo un ejército de brigadistas anónimos y entusiastas que no dudaron en tocar puerta por puerta y acercarse a dialogar con la gente a lo largo y ancho del país.

Y el trabajo infinito y creativo en redes. Donde todo se explicaría sobre el proyecto amloísta con: videos, pequeños reportajes, gráficas, historietas, manuales explicativos y noticias o fragmentos exitosos de la campaña. Twitter y Facebook fueron las plataformas tecnológicas que posibilitaron las eternas y álgidas discusiones en la arena digital. Como nunca, también afloraron los insultos clasistas y discriminatorios a los seguidores del ex jefe de gobierno y la respuesta violenta -en múltiples casos- de éstos últimos a sus detractores.

Al acercarse el día de la votación, la consigna fue: votar en todo por MORENA y organizarse para cuidar y defender el voto. Llamado ciudadano que se cumplió a cabalidad dadas las amargas experiencias de otros procesos donde el INE y el TEPJF -antes IFE y TRIFE- jugaron sus intereses con diversas anomalías e irregularidades.

El día “D” llegó con cierta inquietud. ¿Saldría el ciudadano a votar? y si lo hiciese ¿lo haría sin diferenciar su voto? El exhorto fue claro, dado que de no tener un poder legislativo afïn a la causa, poco o nada se podría hacer para revertir las acciones neoliberales.

Afortunadamente, salvo algunas excepciones en Puebla y Chiapas, la jornada resultó más tranquila a lo estimado. La altivez y la soberbia de los cuatro adversarios los confiaron y dieron por hecho un triunfo que enmarcara la tercera derrota del tabasqueño.

Pero la historia se escribió de otra manera… los primeros resultados de las encuestas de salida se filtraron en internet alrededor de las seis de la tarde para notificar que López Obrador encabezaba los resultados y por amplio margen. A esas horas los periodistas de las dos cadenas de televisión abierta se peleaban el rating y mostraban con algunos comentarios las cifras de casas encuestadoras que registraban las tendencias en entidades como: Chiapas, Morelos, Tabasco o Guanajuato. D. F., Veracruz y Puebla por los números cerrados se reservaban.

La sorpresa mayor se daría alrededor de las ocho de la noche, cuando un abatido José Antonio Meade aparecía en pantalla reconociendo que las tendencias no le favorecían y que le deseaba éxito al próximo presidente de México, A regañadientas y de malas, minutos después, entraría al aire el frentista Anaya para reconocer lo propio y al último, surgiría el apodado Bronco.

A esas alturas, se podría decir que sólo para cumplir el protocolo se vería en punto de las once y en cadena nacional primero al consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova y minutos después al presidente Peña. Ambos hablarían de la ejemplar jornada electoral vivida ese primer domingo de julio, del triunfo contundente de AMLO y del exhorto para trabajar por México.

Hay que resaltar que la “noticia de ocho”, tres horas antes ya la había dado el propio candidato del oficialismo. Situación que a millones tomó de sorpresa y que para el efecto conminó espontáneamente al festejo popular. Se había vencido al prianismo dictatorial y todo lo que ello representaba.

Sin invitación específica o programada, miles de personas en la Ciudad de México salieron a las calles a festejar. La primera parada obligada se daría a las afueras del Hotel Hilton ubicado en una de las avenidas más céntricas, Juárez, curiosamente el apellido que representa mucho o todo para la causa morenista.

Los otroras “bots” de días anteriores se convirtieron en hombres, mujeres, niños, adultos mayores, familias enteras de todos los estratos sociales y económicos, de carne y hueso, que esperaron jubilosos y pacientemente horas, para escuchar el primer mensaje tras el triunfo; bondadosamente brindado por una enorme pantalla de la televisora más cuestionada del país y que transmitía lo que adentro en el cuarto piso registraban la prensa nacional y extranjera. Júbilo,abrazos, cantos como el “Cielito lindo” y banderas de Morena ya con la leyenda “ganamos” se apoderaron del ambiente nocturno con grato sabor a victoria.

Después la invitación llevó a caminar hacia el zócalo, para abarrotarlo de nueva cuenta y escuchar de viva voz al virtual y legítimo presidente para el sexenio 2018-2024. Plaza que atestiguaba una vez más, el encuentro amoroso de AMLO con su gente y que recordaba nostálgicamente la emoción de aquellas largas jornadas no sólo del desafuero, o cierre de campaña, sino las del fraude consumado y la toma de Reforma. Ante una luna asomada entre nubes, los ruidos del helicóptero de la policía capitalina, los veloces vuelos de drones operados para diversas tomas abiertas y los edificios del gobierno local iluminados de morado.

Ni la una ni las dos de la madrugada fueron suficientes para acallar la algarabía de jóvenes entusiastas que en motos y carros pasaban tocando claxones y saludaban a sus compañeros de aventura electoral, como si fuera la mañana o tarde de un día sinigual.

Quizá ni el mismo AMLO imaginó que la futura llegada al poder sería tan tersa y contundente. De repente se esfumó la temida posibilidad de la etapa postelectoral. De los dimes y diretes, del desgaste jurídico y político, de las exhibiciones periodísticas, de las críticas sin rubor, de las ironías y los sarcasmos para el señor de Macuspana.

Se dio así la coyuntura… un sexenio peñanietista de desastre, contendientes que no tenían nada que ofrecer más que el apego al mandato foráneo neoliberal, y un candidato que demostró que la tercera es la vencida; que el que persevera alcanza, que los sueños de guiar a un México mejor pueden ser reales.
Pero sobre todo, que el pueblo mexicano se empoderó para castigar ahora sí, vía sufragio efectivo a quienes traicionaron su servicio al país y a la patria. Fue el día en que México se demostró a sí mismo que tiene ya la madurez de elegir su destino.

Sólo el tiempo dará la respuesta sobre esta decisión soberana. AMLO dejará de ser candidato para convertirse en el gobernante de más de 120 millones de mexicanos. Tendrá que haber un nuevo aprendizaje de convivencia mutua entre filioamloístas y fobioamloístas. La lección se dará para superar la pesadilla amarga de seis sexenios de desencanto y horror. Se habrá de exigir resultados, sí pero con el entendimiento de que corregir el rumbo equivocado de muchas décadas, llevará por consiguiente años de esfuerzo y de trabajo común.

¿Quién iba a pensar que el 2018, 30 años después de la caída del sistema electoral que le negó la primera posibilidad de gobernar a la izquierda y a 50 años, de la terrible noche del dos de octubre, se asomaría un pequeño aliento de esperanza?

Sólo el hecho de asimilar que ¡JUNTOS HICIERON HISTORIA!

"Trackback" Enlace desde tu web.

Comentarios (1)

  • Rosalva Guerrero

    |

    Muy bien dicho querida amiga así sucedió

    Responder

Deja un comentario

Galería 2

[huge_it_slider id="16"]