HISTORIA EN ÁLBUMES
(Carta sobre los álbumes para Kupijy Vargas)
Querida Kupijy:
Hace unos días, te compartí por mensaje privado en Twitter un grato recuerdo que suscitó uno de tus tuits, acerca de lo bonito que era pasar a la papelería y comprar monografías y pequeñas estampas de marco azul conocidas también como biografías. Y aunque el recuerdo compartido data de hace algunos años, no fue el primero en tiempo y forma que se dio en mi vida.
La primera vez que me di a la tarea de llenar un álbum, fue por obra y gracia de una serie de dibujos animados (con una especie de moraleja al término de cada episodio), y con todo y que mi fervor era mayúsculo, no se me hizo llenarlo. Pasó el tiempo y gracias a dos importantes marcas de pan dulce y pastelitos, salió un álbum bastante alejado de los tópicos televisivos y pamboleros: ¡el del Museo Nacional de Antropología! Todavía recuerdo la cara de mi tendero cuando me vendió el álbum, porque bien sabía lo mucho que me divertiría al llenarlo. Como sucedió con el de las caricaturas, no lo pude llenar, pero me preparó para posteriores visitas al museo.
Pasó el tiempo y llegaron otros álbumes, lanzados por sendas marcas de papas y frituras. Incluso recuerdo que mi profesora de sexto grado, Socorro Sarabia García, también le dio por llenarlos, y en ocasiones le obsequiaba algunas estampas, para darle algo de ánimo en su empeño, y quiero pensar que, al llenar aquellos álbumes, ella se volvía “cómplice” de nuestras diversiones. (Paréntesis aparte: Cada día de clase, cabe decirlo, no se enfocaba solamente a las materias, sino que correlacionaba una noticia del momento, o un dato curioso digno de cualquier número de Selecciones, con matemáticas, español, o historia, donde quien esto escribe se conducía de manera natural. Siempre la recuerdo con cariño…)
Con la llegada a la secundaria, dejé de lado el interés por los álbumes, mas no por las estampas, que compraba a diestra y siniestra para las clases de biología e historia. Sin embargo, gracias a una conocida marca de chicles, me volví afecto a las tarjetas del futbol, en particular, las del Mundial del ’94. (No llegué a juntarlas todas -porque presupuesto escaso-, pero sí que me di vuelo…)
Para cuando me volví preparatoriano, dejé de comprar estampitas y monografías en la papelería, y en su lugar compraba cuadernos, bolígrafos de gel y un adminículo que acabó por darme ser y destino en años posteriores: la pluma fuente. Sin embargo, “un viejo amor ni se olvida ni se deja”, como dice la canción, y las estampas como los álbumes volvieron de nueva cuenta gracias a mi hermana Laura, cuya profesora de quinto grado (la siempre querida Socorro Sarabia) le pidió a todo el grupo que llenaran el Álbum de México, que un conocido banco lanzó para deleite de los niños de entonces (a la par de un concurso sobre Historia de México, en el cual participaron como jurados Enrique Krauze, Jean Meyer y Luis González y González, autor del propio álbum).
Cada semana, mi hermana y mi mamá acudían a la sucursal más cercana a la casa, llevando consigo una tarea con ocho, nueve o diez de calificación, y así les fuera entregado el álbum y los sobres con estampas. Por una pequeña omisión en el calendario, mi hermana comenzó a llenar el álbum a partir de la segunda entrega y ya sin alcanzar el primer sobre, que contenía las estampas faltantes. (De cualquier manera, le divirtió salir todos los sábados al mediodía…) Tiempo después, y al darse cuenta de que me brillaban los ojos al hojear su álbum, resolvió regalármelo.
Entre las grandes cosas que le agradezco a la vida, está la amistad de una gran historiadora: Rosalía Velázquez Estrada, a quien conocí en nuestra FES Acatlán, como alumna mía en un curso de ortografía y redacción. Con el paso del tiempo, nos hicimos grandes amigos y los que fueron en suerte sus alumnos, también pasaron a engrosar mi nómina de amistades. De las veces que me invitaba a comer a su casa, un día me asomé a su biblioteca y en alguno de sus anaqueles vi un viejo conocido. “Mira lo que son las cosas, este álbum se lo pidieron a mi hermana en quinto de primaria, pero no lo pudo llenar porque comenzó algo tarde”, le dije. “También a mi hija se lo pidieron, pero ya no siguió. Si quieres, quédatelo”. Y en su interior, ¡sorpresa, sorpresa!, el primer sobre. Lo primero que hice al volver a casita fue buscar mi ejemplar y, efectivamente, con el contenido del primer sobre llené los espacios restantes. (Hoy día, conservo ambos álbumes: el de mi hermana, con las estampas completas, y el de Rosalía, sin llenar y para consulta de las figuras allí reunidas.)
Con todo y que el álbum de mi hermana quedó completo, ahí no quedaría su presencia. En la Feria de Minería de 2006, fui con una amiga historiadora, y al pasar frente a un stand de material pedagógico, vio el Álbum de México, publicado por el SNTE y lo compró sin pensarlo dos veces. (“Oye, ¿y por qué no se lo encargaste a nuestra amiga del sindicato?”, le pregunté. “Porque ahí no tienen las estampas, como aquí…”) Y para 2010, dentro de las actividades del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, el gobierno federal envió a todos los hogares de México ejemplares de Viaje por la Historia de México, que no es otra cosa sino el Álbum de México, pero con las imágenes integradas y dos ligeras modificaciones. Pasado el fervor celebratorio, ese libro pasó a venderse en las librerías Educal y del Fondo de Cultura Económica por el módico precio de treinta pesos. (Con un poco de suerte, todavía puedes encontrar algunos ejemplares ¡y con el 50% de descuento!)
En fin, querida Kupijy, son pocos, pero gratos recuerdos en cuanto a mi experiencia llenando álbumes, en particular aquellos que además de motivar a la imaginación, te permiten conocer otras épocas, donde figuras sin par le daban otro significado al tiempo donde les correspondió vivir; historia en álbumes que nos recuerda el principal objetivo que se planteó don Luis González y González al crearlo: generar conciencia de nuestro lugar en el mundo y, claro, la confección de nuestra propia galería de figuras, a guisa de antecesores, maestros, colegas, compañeros de viaje, etc.
En espera de coincidir de nueva cuenta en la tuitósfera, recibe la admiración, el cariño y un cálido abrazo de tu colega a distancia
Ulises Velázquez Gil
@Cliobabelis
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