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Laura Sofía Rivero

ESCALAS AL INTERIOR

Escrito por Ulises Velazquez Gil el . Posteado en La Marcha de las Letras

Ulises Velázquez Gil

En el ensayo que da nombre a la compilación Horas en una biblioteca, Virginia Woolf nos dice que la admiración que inspiran nuestros contemporáneos es “cálida y genuina porque con el objeto de dar paso a la fe que en ellos tengamos a menudo hemos de sacrificar algún prejuicio muy respetable, y que nos daba incluso credibilidad”. Aunque esa circunstancia se desarrolla sine qua non en todos los géneros desde donde se practica la escritura, es en el ensayo donde ocurre esto más a menudo; en aras de serle fiel a una idea o a la práctica de ésta, a veces es menester sacrificar ciertas nociones, preconcebidas de antemano.

Consciente de todo ello, Laura Sofía Rivero nos entrega un flamante volumen de ensayos, pero que, a diferencia de libros anteriores, éste se arriesga un poco más, a fin de salirse de linderos harto conocidos -donde lo ínfimo se vuelve tomografía y el presente devela sus propias retóricas.

Dios tiene tripas. Meditaciones sobre nuestros deshechos aborda, a lo largo de once ensayos, qué relaciones tiene el cuerpo con el resto del mundo; en particular, con el acto de expeler nuestros deshechos, cosa que las llamadas buenas conciencias se esmeran (aún en estos dosmiles) ocultar bajo denominaciones escatológicas, por decirlo menos. La escritura de lo asqueroso es difícil de digerir. ¿Por qué querríamos leer sobre suciedades si con ahínco fabricamos eufemismos, escondemos desagües bajo el piso y diseñamos casas que separan los deshechos? Durante siglos nos hemos afanado en el ocultamiento. Quien pronuncia lo que nadie nombra comete un pecado capital: el del mal gusto. […] Pero ni todo el recato ni el miedo a la fragilidad de nuestro interior podrá quitarle a los temas soeces su cualidad más inquietantemente bella: la universalidad.

Para muestra de esa universalidad, qué tal si comenzamos con el ensayo que encabeza esta compilación, “Corre que te alcanza”, en cuyos cuatro apartados vamos del eufemismo al momento de conocer los primeros indicios de la diarrea, hasta la lección de historia, cuando caemos en la cuenta de que hasta las figuras más broncíneas sufrieron por esa extraña -y entraña- afección. Si en el lenguaje cotidiano se le llama por la palabra chorro es porque su consistencia hace malabares con los estados de la materia y plantea una pregunta fundamental: ¿por qué lo sólido no duele y lo líquido raspa? (Casi una disquisición filosófica y/o científica se esconde tras esta pregunta, muy a la manera del huevo y la gallina… pero mejor no nos esforcemos de más. Literalmente.)

Ante la materia indispuesta que se halla al interior del cuerpo -y en espera de salir sin mayor pretexto-, digno es mencionar un objeto tan importante en cuanto a su presencia en empeños algo heterodoxos, y cuya ausencia detona el grito más peligroso en plena madrugada (a decir de un comercial de los años 90). “No hay papel”: del cómo una rápida incursión al cuarto de baño suscita una reflexión acerca de los usos del papel de baño, su importancia como adminículo limpiador y hasta su improvisada sustitución al no contarse con el referente oficial. El arte de la improvisación obliga a muchos a cortar y planchar con su mano el cartón del rollo hasta hacer de él una tira dispuesta para el uso. […] Cualquier cosa extraída de los bolsillos tiene potencial de limpiador. Con todo y su esmerada imagen a manos de agencias de publicidad, diseñadores y fabricantes, ¿por qué en tiempos de incertidumbre se acapara el papel higiénico, habiendo otros insumos de vital importancia? Quizá porque es un objeto de placer, confortable. Porque ha alcanzado un estatuto que lo percibe como símbolo de la dignidad. Porque gastar en el retrete los árboles que le faltan al planeta, genera un espejismo: la confianza en que todo estará bien y pasará pronto. (Y que los primeros meses del confinamiento den fe de ello…)

Así como el papel de baño se vuelve un must en cuanto a preciado objeto del deseo, es menester contar con una “Guía para el uso del baño público”, donde se ponen a prueba toda suerte de aplomo y de resistencia. El baño público es usado por todos, pero no le pertenece a nadie. Todo en él depende de si se le encuentra vacío o lleno. Al despoblado, puede ser escenario de las más audaces muestras de cinismo corporal; en compañía, nos sabemos espectáculo y espectador a un mismo tiempo. Desde la meditación zen hasta la curiosidad del vecino latoso, el baño público se vuelve territorio pródigo en intimidades, de oloroso santo y seña.

Ante actos y lugares de no tan santa materia, es preciso mencionar a un objeto del cual depende el destino del usuario del baño: el jabón. “Mitos y rituales de la espuma” se ocupa de ponernos en claro acerca de un objeto a mitad de camino entre la sanidad y la santidad, del cual penden de un hilo tanto la gracia como la satisfacción. En la cárcel nadie lo recoge. Borra los roces y huellas y mugre de la piel. Suelen usarlo en la boca aquellos que profieren groserías. Protege del contagio. Al jabón se le concibe puro, sin mácula, aunque puede acumular cabello con codicia. ¿Qué más podemos saber de aquel que vive para su propio desgaste? Mártir de la limpieza, se sacrifica en aras de su oficio; hecho pasta, muere lentamente en cada uno, cada vez más pequeño, cada vez más inservible.

¿Por qué leer Dios tiene tripas? Volvamos a Virginia Woolf y lo que dice acerca de nuestros contemporáneos: “siempre que sigan con vida no dejarán lanzar sus redes en algún abismo ignoto para engatusar formas nuevas […] si hemos de aceptar, con la debida comprensión, los extraños regalos que nos hacen”. Como lectores de Laura Sofía Rivero, un ensayo nuevo siempre es un buen presente (por su naturaleza chispeante, capaz de generar sorpresa y desconcierto, reflexión y debate, según la sintonía del cuadrante) y esta condición se acentúa a cada página de este libro: escalas al interior, de cuya inteligencia nos hace partícipes.

Queda decir que a este libro le esperan grandes batallas, como suele pasar con aquellos cuyo amor al detalle se nota de la primera línea hasta la última página; aunque el tema sacuda a más de uno, de algo podemos estar seguros: de proseguir la conversación que su autora se planteó al momento de escribir. De lo demás, sólo el tiempo… y hasta el papel. (Así sea.)

Laura Sofía Rivero. Dios tiene tripas. Meditaciones sobre nuestros deshechos. México, Fondo de Cultura Económica/ Secretaría de Cultura-Dirección General de Publicaciones, 2021 (Fondo Editorial Tierra Adentro).

 

@Cliobabelis

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