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NUEVE AÑOS

Escrito por Ulises Velazquez Gil el . Posteado en La Marcha de las Letras

(Carta retrospectiva para una amiga lejana)

Querida amiga:

Hace pocos días, luego de ponerle punto final a una de mis ya habituales Cartas de Minería, caí en la cuenta de que este espacio hebdomadario, es decir, semanal, cumple nueve años el 26 de julio. A decir verdad, con estos días, de pandémica esencia, el ritmo de muchas cosas se ha ralentizado, inclusive detenido, porque el ánimo de hacerlo decayó por completo. Sin embargo, cuando volví a tener noticias tuyas, recordé aquella vez que la primera opinión favorable de esa incipiente columna fue gracias a ti, lo que me motivó a seguir adelante con un empeño para el cual no estaba preparado. (Aun así, aquí estamos ¿verdad?)

Pero ésa no era la primera vez que me enfrentaba a la página escrita. Fue a mediados de 1997 cuando tuve la fortuna de conocerte; por esos días, acaba de integrarme al taller de creación literaria de la preparatoria, el cual me sirvió bastante, al grado de estudiar más adelante Letras Hispánicas en la universidad. (A la distancia del tiempo, reconozco que el joven aquel era vanidoso al extremo, pero ¿qué joven no lo es? La propia vida se encargó varias veces de bajarme del ladrillo y seguir aprendiendo. Hoy no dejo de agradecerlo…) De todas las cosas que escribí en esos años de tallerista, fuiste sin proponértelo mi primera lectora; incluso de una “novela” que ante tu mirada no pasaba de cuento político. Recuerdo que me pediste que te obsequiara el manuscrito, a lo que accedí casi de inmediato. (Cuando le platiqué de esto a varios de mis compañeros de Letras, de idiota no me bajaron, porque no se deben regalar las buenas ideas. La verdad, lo que se dice la verdad, ese intento de novela no me interesa, y si te lo obsequié fue en agradecimiento por leerme.)

Pasado el tiempo, volví a escribir, pero mis textos no pasaban de mis propias narices, hasta que un día me armé de valor y para celebrar mis 22 años de vida, se me hizo buen detalle regalarle a maestros y amigos una muestra de mi trabajo poético; algunos me felicitaron por lo bien escritos, otros me hicieron críticas (pocas, pero críticas al fin) y el resto simplemente agradeció ese gesto. De los instantes a resaltar en ese proceso, recuerdo tres: la crítica despiadada de mi maestro Raymundo Ramos (persistente hasta el último día), el asombro de mi maestra Rosario Dosal (“Ah, con que usted también es poeta, pero también sea buen maestro…”) y la fe del escritor René Avilés Fabila, quien resolvió publicar algunos de los poemas en su revista Universo del Búho. En mayo de 2005, luego de casi ocho años entre la publicación de unos sonetos míos en la revista Descritura, vi uno de aquellos poemas en caracteres de imprenta, y de ahí no paré hasta unos meses antes de la muerte de René, en octubre de 2016.

Mientras el tiempo fijaba el ritmo de mis colaboraciones en El Búho, en abril de 2007 decidí entrarle a la moda de escribir un blog, que por cierta presunción de mi parte nombré Nueva República de Babel, donde incluí a amigas y colegas en una especie de “consejo rector”. Con todo y esos detalles, le di rienda suelta a toda suerte de divagaciones, ensayos, efemérides, felicitaciones de cumpleaños y hasta unas memorias adelantadas, bajo el nombre Leaving Port Memories. (Una joven actriz atrapada en la carrera de Letras en Acatlán, un día me reclamó por el nombrecito: “¡Escríbelo en español!” Y mi respuesta fue de esta manera: “Si Jean Baudrillard tiene sus Cool Memories y él es francés, ¿por qué yo no habría de hacer lo propio?” Al final tuvo que deponer las armas…) Y la primera lectora de todas esas ocurrencias, sí, lo adivinaste, eras tú. Durante varios años, ese blog fue mi tabla de salvación ante los altibajos de cada día; incluso recuerdo que una joven compañera (hoy consumada escritora y académica de altos vuelos) me dijo, luego de leer alguna de mis divagaciones: “Mejor búscate un periódico donde escribir…” (Hasta la fecha no sé a qué se refiere…)

Por 2010, y gracias a las gratas coincidencias en un colegio de profesores de la FES Acatlán, conocí a Juliana Castellanos, maestra de la carrera de Comunicación, periodista de espíritu combativo y locutora en varios medios. Por invitación suya, me integré a la lista de colaboradores de Flor y Látigo, donde hoy día contamos con este espacio, con el no menos heroico nombre de La marcha de las Letras. Por cierto, cuando noté la referencia -cuasi plagio- a la canción de Francisco Gabilondo Soler Cri-Cri, lo primero que hice fue escribir una carta -igual a la que te escribo ahora-, donde puse las reglas del juego que asumí jugar con ese flamante espacio. El tiempo supo darnos la razón, porque hay veces que la marcha es muy rápida, y otras, bastante lenta… como en estos pandémicos días. Y sobra decirlo, fuiste (eres) la primera viandante de esa marcha.

En marzo de 2015, presa de aquel mal que llaman “bloqueo de escritor”, en lugar de la reseña habitual en La marcha de las Letras, resolví compartir algunas cosas de mi agenda, entre citas textuales, sucesos del mundo cultural y hasta notas necrológicas. (Como Chesterton y sus “Cosas que traigo en el bolsillo”, pero con el deadline más cercano…) Ese pequeño (pero persistente) empeño se llamó Las horas de mi agenda, de cuya lectura de tu parte rescato el siguiente comentario: “Supremo. Aquí está tu voz. Ésta es tu literatura”. Gracias a tus palabras, pude salir a flote durante un tiempo, hasta que las reseñas volvieran a su normal afluencia. (Hoy día, son líneas hermanas, que se ayudan la una a la otra…) Entre la Marcha y las Horas, existe otra serie, aún a la busca de su propia esencia: Escalas en el dial, sobre cuestiones de radio.

Desde febrero de este año, decidí crear otra serie, donde lo mismo cabe la memoria que cierta preceptiva de mi parte (porque llega un momento en el cual digno es compartir algunos consejos ¿no crees?): las Cartas de Minería. Y ¿por qué se llaman así? Decidí rendirle homenaje a uno de mis lugares favoritos, el Palacio de Minería, concretamente a su feria del libro, con la cual, siempre lo he dicho, comienza de verdad el año. (Muchas de las amistades que conservo hasta la fecha, nacieron y/o se consolidaron en ese lugar, y qué mejor homenaje que partir de ahí para mis reflexiones, memorias o primeras conversaciones.) Sin embargo, el formato epistolar puede que derive de dos circunstancias: por un lado, rendirle homenaje a mi maestro Raymundo Ramos y a sus Cartas de la Loma de En medio a Half Moon Bay, y por el otro, un constante agradecimiento hacia ti por obsequiarme aquel volumen de Literatura Epistolar, con prólogo de Alfonso Reyes, a guisa de acompañante para los momentos de difícil decisión.

José Pagés Llergo dijo alguna vez que “cualquier pendejo puede escribir una columna, a condición de que la escriba diario”, y es verdad. Cuando comenzó el confinamiento, a finales de marzo, varios colegas y amigos se ataron al mástil de la escritura hebdomadaria para no perder la razón y terminar sometidos a los dictámenes de la realidad. Desde aquellos días hasta hace algunas semanas, no supe qué decir por aquí. Por fortuna, nunca dejé de leer y al momento de volver a las andadas, siempre tuve presente aquella frase con la que agradecí tu fidelidad de tanto tiempo: Para lectoras como tú, escribo. Y en el momento justo de cumplir nueve años en estos menesteres, cabe reiterarlo por entero.

¿Qué más te puedo ya decir? Después de todo, esta carta se puede resumir en cuatro palabras: Muchas gracias por todo.

Te abraza,

Ulises Velázquez Gil

@Cliobabelis

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