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ENTRE PALABRAS AJENAS

Escrito por Ulises Velazquez Gil el . Posteado en La Marcha de las Letras

(Carta autógrafa para Daniela Medugorie Castell)

Dani querida:

Hace un año, y a resultas de nuestras charlas y encuentros en la División de Ciencias Socioeconómicas, tuve la fortuna de obsequiarte un ejemplar de Pequeña crónica de días excepcionales de Octavio Paz; tiempo después, en otra “conversación de pasillo”, me llegaron un agradecimiento y un reclamo: el primero, por ese pequeño detalle, mientras que el segundo, mediante la siguiente aseveración: “Todos mis libros están dedicados. Te faltó ponerme unas palabras”. “Pero si no soy el autor”, respondí intrigado, “a lo más que puedo hacer es escribirte una tarjeta de puño y letra, para que la encartes al libro”. Y, claro, insististe en que estampara unas líneas autógrafas.

Para serte franco, mi negativa a dedicar libros que no son míos data de hace muchos años (24, para ser precisos), cuando comenzaba a formar mi biblioteca y en la primera página escribía mi nombre completo y la fecha en que adquiría el libro. Tiempo después, mi maestro del taller de creación literaria, en la preparatoria, mi hizo saber que aquella acción -con todo y su candidez juvenil- era, simple y sencillamente, un atentado, y que en lo sucesivo la evitara, o en su defecto, nada como usar un lápiz, si seguía en ese empeño. Al final del día, adquirí la costumbre del lápiz y libro que llegaba, libro al que estampaba mi ex libris (en ese tiempo, en la última página, casi pegado al lomo).

Cuando llegué a la universidad, seguí con esa costumbre, hasta que un día, luego de sentir de aquel adolescente habría aprendido la lección, volver a la primera página y, ahora sí, poner el ex libris con lápiz. (Hasta la fecha, se compone por mi firma de escritor, con la fecha de la adquisición y, dado el caso, entre paréntesis, la persona que me lo obsequió. Mientras que, en la parte de abajo, entre corchetes, si lo compré en alguna feria, o si se cumplía una fecha especial, cumpleaños míos, en su mayoría.)

Ahora bien, ¿por qué mi renuencia a dedicar libros ajenos? En primera, porque no soy el autor, y en segunda, por un temor de mi parte: en algún momento de la vida, cuando se fracturan los vínculos afectivos, éstos llegan a las bibliotecas, donde, inmisericordemente, los libros antes obsequiados sufren mutilaciones o terminan “desterrados” en librerías de viejo o en depósitos de papel reciclado; a lo mejor es una creencia infundada todo esto, pero qué remedio.

Hace poco, mientras quitaba el polvo de un librero aledaño a una ventana, descubrí que mi ejemplar de Linda 67 de Fernando del Paso tenía en la parte inferior de sus páginas huellas de humedad, es decir, del tránsito de la lluvia por esa parte de la casa. (Lo más sorprendente: que los libros aledaños no tenían huella alguna de humedad. ¿Qué explicación se puede dar a esto?) Al abrir el libro y hacer un balance del daño, encontré el autógrafo de Fernando del Paso en la portadilla, y en la primera hoja, unas líneas manuscritas de la persona que me obsequió el libro -por cuya amistad imbatible, lo conservaré.

Como puedes ver, Dani, he aquí la historia detrás de mi renuencia a dedicar libros ajenos, pero eso no quiere decir que tú dejes de hacerlo. Para nada. Si en ese sencillo gesto se resume el espíritu de tu biblioteca, no me queda más que respetarlo y, sí, acceder con gusto a tu amable petición, entre palabras ajenas. Y como quien obsequia un libro, puede obsequiar un segundo y sucesivamente, todavía nos queda mucho camino por andar…

Desde algún lugar entre libros, recibe un cálido y fuerte abrazo de tu colega y amigo

Ulises Velázquez Gil

@Cliobabelis

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