VIAJERO ENTRE SIGLOS

(Carta verniana para Laura Bonilla, de Bogotá)

Querida Laura:

Hace algunas semanas, y por razones de búsqueda bibliográfica, volví a un autor muy querido y en espera de seguir leyendo más obra suya. Me refiero a Julio Verne, a quien hoy recordamos en el 193 aniversario de su natalicio. Luego de ver tu video sobre la ciencia de los libros en tu canal de YouTube, me quedé pensando en la primera vez que escuché ese nombre.

Recuerdo que en mi infancia televisiva, tuve la fortuna de ver varios dibujos animados que, hasta la fecha, me siguen sorprendiendo, y entre éstos, estaba La vuelta al mundo de Willy Fog, versión con animales de una conocida novela de Verne (de la cual, tiempo después, supe que existía una versión cinematográfica, con David Niven y Mario Moreno Cantinflas en los papeles de Phileas Fogg y Passepartout, respectivamente), y en cada capítulo, viajaba con los personajes hacia aquellas ciudades con el fin de cumplir esa vuelta al mundo. También por aquellos años, vi las versiones animadas de De la Tierra a la Luna, Viaje al centro de la Tierra y de Veinte mil leguas de viaje submarino, pero hasta ahora reparé en ese recuerdo.

La segunda vez que escuché el nombre de Verne, fue gracias a mi profesora de Español en el tercer año de secundaria, Beatriz Arcos Pino, cuyo primer acercamiento a la literatura fue gracias a las novelas de Julio Verne. (“Los niños de esta época -1995, 1996- ya no leen a Verne…”, dijo, no sin tristeza.) De nueva cuenta, escuché su nombre cuando el personaje del Doc Brown, en la tercera parte de Volver al futuro, mencionó que su primera expedición científica, a resultas de la lectura de Viaje al centro de la Tierra. Con esas menciones, creo que me resultaba de imperiosa necesidad leer algo de aquel francés excepcional.

En 2005, la Biblioteca de México “José Vasconcelos”, ubicada en el centro de la Ciudad de México, organizó una exposición sobre Julio Verne, en colaboración con la Embajada de Francia, en el marco del centenario de su fallecimiento. Quedé maravillado por la obra y los objetos que formaron parte del universo creativo de Verne que un día me prometí leer algún libro suyo. Tuve de cerca esa oportunidad, porque con motivo de la exposición, la Dirección General de Publicaciones de CONACULTA publicó, en su colección Sello Bermejo, Un drama en México, a un precio de locura: ¡29 pesos de aquel entonces! (Por desgracia, ya no pude comprarlo. Y hoy día, un ejemplar se vende hasta veinte veces más su valor en internet.)

Por obra y gracia de los puestos de revistas, me hice de varios ejemplares de la colección Joyas del Milenio, entre los cuales estaba Viaje al centro de la Tierra, que aún espera su dedicada lectura. Pero el milagro llegaría poco después, gracias a dos elementos: la poesía de Gerardo Deniz, que le rinde homenaje en alguna sección de Gatuperio, y una canción de Sarah Brightman, Captain Nemo; ambas cosas me inocularon el deseo de conseguir Veinte mil leguas de viaje submarino, mismo que sí encontré, años después, en una edición de pasta dura, publicada por el Fondo Editorial del Estado de México, la cual reproduce una edición ¡colombiana! de la novela de Verne. (Con ilustraciones y toda la cosa.) Recuerdo que, al terminar de leerla, tenía lágrimas en los ojos, no sólo por la larga espera para leer a Verne, sino porque el profesor Aronnax y el propio capitán Nemo se volvieron de mis personajes favoritos, por su carácter contrario e inclusive complementario.

Una de las gratas sorpresas que me ha dejado esta temporada pandémica, fue el descubrimiento de una serie animada por la señal infantil del Canal Once: Las extraordinarias aventuras de Julio Verne, producida en 2012 por la televisión italiana, la RAI, que cuenta la historia del joven Verne, quien viaja a París para volverse abogado; sin embargo, su gran pasión son los viajes, y lo primero que hace al llegar a la ciudad, es visitar las oficinas de la revista Contes du Voyage, donde conoce a su director, Artemius Lucas, a su hija Amélie (con espíritu aventurero, igual que el joven Julio); a Esther, ama de llaves, y a Monsieur de L’Ennui, contador de la revista. Una vez integrado al ambiente de la revista, viaja con sus nuevos amigos hacia diversas partes del mundo, y ya de vuelta en París, convierte sus experiencias en material de novela. V. gr. Un viaje a Escocia le inspira El rayo verde; sus andanzas por Rusia, Miguel Strogoff, el correo del zar; y sus desencuentros con el capitán Nemo, ya lo imaginarás, Veinte mil leguas… (He llegado a pensar que, si esa serie de dibujos animados la hubieran pasado cuando era niño, mi destino sería otro; en lugar de Letras Hispánicas en la UNAM, creo que me hubiera ido a Ingeniería en el IPN. Pero como decía Álvaro Mutis por boca de alguno de sus personajes, la vida no deja de hacer ajustes…)

En fin, querida Laura, todavía quedan cosas por vivir y para leer acerca de Julio Verne. Dentro de siete años, se cumplirá el bicentenario de su nacimiento, y si las cosas están mejor para ese entonces, no dudo que será una celebración espectacular; mientras tanto, mi celebración por el natalicio de Verne será la dedicada lectura de Viaje al centro de la mente, libro que reúne textos de su faceta como ensayista de temas científicos y literarios, en los cuales podemos encontrar algunas claves de sus novelas. Viajero entre siglos, Julio Verne todavía tiene mucho por enseñarnos. (Y como suele pontificar un viejo amigo, hoy debe nacer el siguiente lector de La vuelta al mundo en ochenta días, De la Tierra a la Luna, o de Veinte mil leguas de viaje submarino.)

Desde algún lugar de México, recibe la admiración verniana y el afecto lector de tu amigo de siempre.

Ulises Velázquez Gil

@Cliobabelis