El reto de la construcción democrática en México
La democracia semblanteada y discutida por los griegos [1], ha representado para México un largo y complejo camino, desde su vida independiente.
Considerada como centro de atención nacional e internacional, dado el potencial de recursos humanos y naturales con los que cuenta, la república mexicana no ha podido trascender hacia un verdadero sistema político democrático, dada su situación autoritaria que la ha caracterizado por décadas -desde el siglo XIX hasta casi las dos primeras del XXI- gracias al grupo de poder dominante que la ha gobernado.
A pesar de este panorama desalentador, cabe referir que desde los años cincuenta del siglo XX, han surgido hechos que se pudieran clarificar como intentos para el asentamiento de una democracia nacional.
[4] Del movimiento estudiantil del 68 se han escrito múltiples textos anecdóticos, filosóficos y referenciales. Cabe referir los de: Luis Spota La Plaza, Elena Poniatowska La noche de Tlatelolco o Carlos Monsiváis Días de Guardar; que dieron cuenta de los días críticos de entonces pero que sembrarían semilla hacia el futuro político del país.
El deseo de un cambio de sistema político que se cantó y promovió en diversos sectores de interés, se recuerda al disímbolo Grupo San Ángel que inspirado en otros aires de renovación europea como España o Portugal y algunos países latinoamericanos, pugnaba por una transición democrática, tras el hartazgo hacia el PRI en la presidencia, la más grande institución política nacional.
Aunado a estos hechos, no se debe olvidar en esta construcción algún cambio esperanzador, aunque insuficiente: la ciudadanización del máximo organismo electoral, el Instituto Federal Electoral [6] –hoy INE- con un Tribunal Electoral –Trife-, ahora del Poder Judicial de la Federación para dar validez a los procesos electorales, siempre llenos de sospecha y suspicacia en el sistema autoritario. Además de la creciente participación ciudadana en los comicios que deciden, sobre todo, la presidencia y el congreso federal.
Por desgracia la llamada transición, quedó en buenas intenciones. No hubo tal porque el viejo régimen autoritario tricolor sólo alternó, es decir cambió de siglas partidarias y figuras. Del PRI al PAN y de Zedillo a Fox y Calderón para regresar a Peña Nieto. No en vano, el periodista Álvaro Delgado Gómez escribió el libro El amasiato que relata las verdaderas intenciones de estos dos partidos políticos, por mantener a toda costa el poder.
Así la desbordada jornada electoral llevó en julio de 2018 al triunfo legítimo del morenista López Obrador, por amplio margen y tras dos intentos fallidos. ¿Habría entonces, la esperanza, de un camino democratizador para el sistema político mexicano?
Otro factor en juego es el papel de los medios de difusión. Los periódicos, la radio, la televisión y la internet; en un sinnúmero de testimonios siguen vendidos al sistema autoritario que los posicionó y mantuvo con recursos económicos y otras prebendas. Pero ya se advierte el intento de otra prensa que investiga, que tiene otra historia que contar, de no ofrecer verdades a medias o las ya tan presentes fake news.
En el reto de construcción hacia un sistema político democrático en México, todos los actores deben urgentemente participar por la simple razón de que el país es de todos y que donde hay democracia -aunque inacabada-, hay progreso. ¡Si México está bien en su política interna, estará bien y se reflejará en la externa! No en vano se han rescatado los principios de política exterior, que tanto respeto e imagen, le brindaron a México.
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